Doce años después de su lanzamiento, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China ha pasado de ser un proyecto geopolítico audaz y de gran perfil a una estrategia más cautelosa y refinada. Concebida inicialmente como una “Ruta de la Seda” moderna para conectar China con Asia, Europa, África, Medio Oriente y América Latina, la BRI prometía fomentar el comercio mundial, la inversión y las asociaciones para el desarrollo. Pero con el tiempo, sus ambiciones se vieron atenuadas por realidades económicas, reacciones políticas y un creciente escepticismo internacional.
Del entusiasmo a la cautela
Lanzada por el presidente Xi Jinping en 2013, la BRI fue promocionada como una iniciativa transformadora destinada a construir infraestructura —autopistas, ferrocarriles, oleoductos y puertos de aguas profundas— para mejorar la conectividad global. En su punto más alto, representaba la herramienta emblemática de la política exterior de Pekín y un símbolo de su creciente influencia.
Según datos del Centro de Finanzas Verdes y Desarrollo de la Universidad de Fudan, la participación acumulada de China bajo la BRI ha alcanzado 1,3 billones de dólares desde 2013, con 775 mil millones en contratos de construcción y 533 mil millones en inversión directa. Alrededor de 150 países, que representan aproximadamente el 40% del PIB mundial, firmaron acuerdos formales con China.
Sin embargo, el impulso inicial se desvaneció. Los críticos sostienen que Pekín atrajo a las naciones en desarrollo con promesas de un desarrollo rápido, solo para cargarlas con deudas insostenibles y riesgos de gobernanza. Informes de corrupción, desigualdad y daños medioambientales empañaron aún más la imagen de la iniciativa.
Un cambio en la estrategia de China
Los analistas dicen que China ha aprendido de estos contratiempos. Ilaria Mazzocco, del Center for Strategic and International Studies, señala que Pekín ha comenzado a favorecer “proyectos pequeños pero hermosos” en lugar de grandes y arriesgados emprendimientos.
“La BRI se caracterizaba por proyectos de muy alto riesgo en países con problemas de gobernanza, lo que creó deudas y problemas políticos para Pekín”, explicó. En respuesta, China se ha orientado hacia inversiones menos arriesgadas en mercados más estables, donde las empresas chinas pueden asegurar rendimientos a más largo plazo.
Esta evolución refleja una postura más pragmática de Pekín: menos proyectos de prestigio, más enfoque en resultados sostenibles.
Grietas en la membresía
El desencanto con la iniciativa se ha hecho evidente. Italia, el único país del G7 que firmó un memorando con la BRI, se retiró en 2023 tras encontrar beneficios comerciales limitados. Panamá siguió en 2025, cediendo a la presión de Estados Unidos por las preocupaciones sobre la influencia china alrededor del Canal de Panamá.
China condenó a Washington por “difamación y sabotaje”, mientras que funcionarios estadounidenses celebraron la decisión de Panamá como una victoria geopolítica. Estas salidas de alto perfil subrayan cómo las tensiones estratégicas han remodelado la trayectoria del programa.
Éxitos y fracasos
No todos los resultados han sido negativos. Los ferrocarriles y carreteras construidos bajo la BRI, especialmente en el sudeste asiático, han mejorado el comercio y la movilidad. El ferrocarril China-Laos, inaugurado en 2021, es reconocido por impulsar el comercio y el turismo transfronterizo, y está previsto que se extienda hasta Tailandia y Singapur.
Pero otros proyectos muestran las dificultades. La represa hidroeléctrica Coca Codo Sinclair en Ecuador, construida por la empresa china Sinohydro, ha enfrentado acusaciones de corrupción, daños medioambientales y baja calidad en la construcción.
Esta dualidad —proyectos locales transformadores junto a megainiciativas problemáticas— ha definido el legado mixto de la iniciativa.
Mirando hacia adelante
Aunque Occidente suele describir la BRI como “diplomacia de la trampa de la deuda”, muchos países en desarrollo aún la ven como un salvavidas ante la escasez de alternativas. Como dijo Mark A. Green, exembajador de Estados Unidos y presidente emérito del Wilson Center: “La mejor manera de derrotar a la BRI es superarla — ofreciendo a los países en desarrollo un apoyo genuino a sus objetivos y aspiraciones nacionales”.
Doce años después, la BRI ya no es el gigante global que alguna vez pareció. En cambio, se ha convertido en un esfuerzo más cauteloso y reducido — que aún ejerce influencia, pero de una manera más silenciosa y calculada.